Últimas anécdotas recibidas

Era una tarde que nos fuimos a ver a los animales en el zoológico.

Bueno, yo de traviesa fui a molestar al chivo y lo que sucedió es que el chivo me asustó gritando. ¡¡¡Qué horror!!!

Yo vivía en un segundo piso, aún no sabía caminar y tenía un caminador.

Un día cuando mi papá regresó de trabajar, dejó la puerta abierta y sin saberlo me empujó un poquito. Yo seguí tratando de caminar hacia la puerta y tropecé con la silla y me caí rodando por las escaleras.

Fue muy gracioso, ¡¡¡caí sentada en la quinta escalera!!!

Les contaré algo muy gracioso: una tarde estábamos divirtiéndonos en el parque con mi amigo Alexander, cuando de pronto Alex pateó la pelota con tal fuerza que terminó atrapada. Entonces trepó al árbol para bajar la pelota.

Mientras tanto vi con temor como un perro se me acercaba e inmediatamente empecé a gritar con tanta fuerza que hasta el mismo animal se asustó y huyó despavorido. Fue divertido.

Un día estábamos almorzando en familia y mi prima preguntó: - ¿Qué vamos a comer?

Le dije: - Pasta.

Ella dijo: - ¡Qué asco!

Y cuando mi madre le preguntó: - ¿Por qué? ¿No te gusta?, ella dijo: - Es asqueroso comer pasta de dientes.

Todos nos reímos, ja ja.

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Hace poco hemos incorporado un nuevo miembro a la familia. Se trata de un pequeño "hamster enano".

Pues la primera vez que mi hija escuchó lo de "hamster enano" nos soltó toda pensativa:

-Pero si es un enano, ¿cómo es que no lleva gorro?

Le encantaba ayudar a poner la lavadora, pero nunca llegamos a imaginar que se fijara tanto en todos los pasos, hasta el día que le dije: - Venga ya está, ya dejamos a la lavadora que trabaje. Y él todo preocupado me gritó: - No mamá, espera, que falta el caramelo.

Y es que se me había olvidado la pastilla anti-cal.

Tenía poco más de 2 años y para ponerle la crema después del baño lo sentaba en el cambiador. Cuando tocaba ponerle crema en las piernas, siempre le ponía una poca en cada muslo (como montículos de crema). Un día puso las manos abiertas un poco por encima de cada una de las piernas y me preguntó: - Mamá ¿pinto?

Me costó un poco pillarlo, pero cuando empezó a esparcirse la crema en cada muslo vi que lo había relacionado con cuando en la guardería debían pintar con pintura de manos. Y después de ese día, se convirtió en toda una rutina, cada día nos reíamos con el "Mamá ¿pinto?" y él disfrutaba un montón.

Cuando era chiquito a mi hermana le hacían una papilla de fruta. El caso es que yo tenía problemas con la "P" y a todo le ponía "P" menos a lo que tenía "T". Vamos al grano: en vez de decir "la fruta de mi hermana" decía "la p...uta de mi hermana". ¡¡¡Aún nos seguimos acordando de eso!!!